Por: Luis Alberto Giraldo Fernández.
La cooperación no es solo un ideal; es el motor que impulsa el
progreso. Desde las células que dieron origen a la vida compleja, como lo
destacó Lynn Margulis, hasta los Homo sapiens que conquistaron el mundo
mediante alianzas flexibles, como señaló Yuval Harari, la historia nos enseña
que el trabajo conjunto es la clave del éxito. En Caldas, esa misma fuerza fue
cimiento de logros que transformaron nuestro territorio y nuestras vidas.
Pero hoy hablar de los temas estratégicos en Caldas se ha vuelto
un campo minado. Pareciera que los grandes proyectos tuvieran solo dueños
políticos, y con ellos, enemigos predefinidos; el ataque a quien lo defiende
termina siendo un ataque al proyecto, en vez de dar debate sobre su importancia
para la región.
Sin embargo, nuestra historia nos demuestra que Caldas ha sabido
superar estas divisiones en momentos clave, cuando el trabajo conjunto ha
permitido materializar obras de impacto estratégico: hace un siglo, construimos
el cable aéreo más largo del mundo, una hazaña de ingeniería que conectó a
Manizales con Mariquita y, a través del río Magdalena, con el comercio
global; a esto se sumó la consolidación del Ferrocarril de Caldas, que
durante décadas fue el motor de desarrollo económico y comercial de nuestra
región, haciendo de esta zona cafetera un polo logístico reconocido
internacionalmente.
Otra obra emblemática de unidad y visión fue la creación del
Hospital Universitario de Caldas, y luego la formalización de otras clínicas
que nos hacen referente en una atención médica que ha sido vital para el
bienestar de los caldenses. También, el liderazgo conjunto permitió el
desarrollo de instituciones educativas de renombre como la Universidad de
Caldas y la Universidad Nacional sede Manizales y cada una de las otras
instituciones que han formado generaciones de líderes y profesionales volviéndo
a Manizales una real ciudad universitaria. Proyectos tan destacados
incluyen la central Hidroeléctrica Miel 1 y el reconocimiento del Potencial
hídrico para presente y futuro.
En tiempos más recientes, el mejoramiento del corredor Manizales -
Pereira - Armenia, que integró al Eje Cafetero y permite presentar nuestra
vocación turística enmarcada en el Parque Nacional Natural de los Nevados y el
Paisaje Cultural que es reconocido por la UNESCO. También tuvimos, y
debemos recuperar, la navegabilidad del río Magdalena desde La Dorada hasta el
Caribe, una apuesta que junto con la vía a Medellín, el aeropuerto y los
ferrocarriles mantendría a Caldas en su rol estratégico como eje del transporte
multimodal en Colombia.
Hoy enfrentamos nuevos desafíos: convertir al Aeropuerto del Café
en una realidad que nos integre a mercados internacionales, consolidar como
Puerto Multimodal a La Dorada, y articularnos como una región clave para
aprovechar en el Kilómetro 41 el corredor interoceánico que conecta Urabá con
Buenaventura. Estas metas requieren de una visión compartida y, sobre todo, de
Unidad Política - Empresarial - Académica.
Sin embargo, el progreso que todos anhelamos sólo será posible si
logramos superar uno de los mayores desafíos que enfrenta nuestra región: la
falta de unidad política.
Como líder público, he tenido el privilegio de trabajar en
diversos espacios de decisión, desde lo local y regional, hasta lo nacional.
Este camino me ha dejado una lección clara: el desarrollo regional no depende
de las banderas partidistas, sino de la capacidad de articularnos alrededor de
objetivos comunes. Sin embargo, en la práctica, seguimos enfrentando divisiones
que fragmentan nuestra capacidad de acción.
Imaginen lo que podríamos lograr si todos los actores políticos de
Caldas -senadores, representantes, diputados, concejales, alcaldes y el propio
gobernador- trabajáramos como un solo equipo. ¿Cuántos proyectos clave podrían
avanzar? ¿Cuánto más podríamos potenciar el turismo, la innovación, fortalecer
nuestras universidades o garantizar la salud, vivienda y seguridad alimentaria
de nuestras comunidades?
El problema no radica en la falta de ideas, sino en la falta de
consenso. Cada uno desde su orilla defiende intereses particulares, muchas
veces legítimos, pero olvidando que todos estamos llamados a remar hacia un
mismo horizonte. La pregunta no es qué ideología política tiene razón, sino
cómo podemos unir nuestras fuerzas para que Caldas se convierta en un modelo de
desarrollo sostenible y equitativo.
Lograrlo no será fácil. Requiere liderazgos visionarios, capaces
de tender puentes donde antes había muros. Requiere voluntad para dejar atrás
las críticas destructivas y abrir espacios para el diálogo honesto y
respetuoso. Pero, sobre todo, requiere que cada uno de nosotros—desde el
ciudadano que vota hasta el representante que legisla—reconozcamos que el éxito
individual siempre será inferior al éxito colectivo.
En mi experiencia, he sido testigo de cómo la unidad puede cambiar
el destino de una región: Recientemente, tuvimos una muestra de lo que
podría ser un camino diferente: Todos los congresistas de Caldas se reunieron
con representantes del Eje Cafetero para hablar sobre el futuro del corredor
vial “Autopista del Café”, aunque hoy enfrentamos retos en esta vía, esta obra
es un ejemplo de cómo el esfuerzo colectivo puede transformar
territorios. Queda esa imagen de todos los congresistas juntos sentados
en primera fila en este evento donde el tema central fue el impacto negativo de
los múltiples peajes que afectan nuestra competitividad, especialmente en el
área centro-sur del departamento; estas tarifas no solo encarecen la
movilidad, sino que han limitado el desarrollo de una verdadera área
metropolitana, como quedó demostrado cuando Chinchiná decidió no sumarse a este
modelo.
La situación es crítica: hay municipios en Caldas donde los
ciudadanos deben pagar entre uno y tres peajes para llegar a la capital
Manizales. Por primera vez en mucho tiempo, los congresistas de la región
adoptaron una postura unificada, defendiendo ante el gobierno nacional el
sentir de la mayoría de los caldenses. En este caso, no se trataba de una
bandera política, sino de una causa social en la que todos coincidieron, de la
mano de gremios y actores de la sociedad civil.
¿Y si este momento fuera un punto de inflexión? Si las
organizaciones de base comunitaria, los gremios y el sector privado lograran
articular una agenda estratégica para el desarrollo de la región que se
entregara como mandato a los Gobernantes y representantes políticos, tal vez
podríamos ver una imagen recurrente: nuestros líderes trabajando juntos, como
lo hacen en otras regiones del país. En departamentos vecinos, los
congresistas unen fuerzas después de las elecciones y transforman sus propuestas
de campaña en proyectos conjuntos que presentan ante el gobierno nacional en
una fuerza unificada, con resultados maravillosos.
La unidad política no significa uniformidad de ideas ni pérdida de
identidad, cada líder, cada partido y cada sector tiene fortalezas únicas
y un público al que responde; pero cuando dejamos de lado las divisiones
y apostamos por proyectos estratégicos que beneficien a todos, logramos lo que
parecía imposible.
El llamado es claro: Caldas tiene precedentes históricos de
grandeza y visión articulada, necesitamos una visión compartida que priorice
los proyectos más estratégicos, que ponga a los ciudadanos en el centro y que
canalice nuestras diferencias como una fortaleza; elegir líderes
dispuestos a trabajar en equipo y priorizar el bienestar colectivo sobre
intereses particulares será la clave para que el próximo cuatrienio sea el más
fructífero en décadas para Caldas.
Unidos, podríamos dejar de soñar con el pasado y empezar a
construir un mejor futuro. Dejemos de lado las diferencias, aprovechemos las
capacidades de cada uno, apostemos por el diálogo y enfoquémonos en los grandes
retos. Hagámoslo por la Caldas que queremos y merecemos, una región que sea
ejemplo de transparencia, equidad y progreso.
El momento
de actuar es ahora. ¿Nos unimos por el bien de todos?