Photo

Colombia, tierra de Aves sin legislación que las ampare




Por Sergio López Arias - Personero Municipal


Comprender la trascendencia de nuestra avifauna nos permitiría encontrar en ella un verdadero nicho para la generación de empleo, el turismo responsable y la preservación del medio ambiente. Ha llegado la hora de que el legislador piense en un marco legal específico que, además de fortalecer el ordenamiento territorial, promueva la siembra e incorporación de árboles, arbustos y plántulas que sirvan de alimento y refugio a las aves, tanto en zonas urbanas como en espacios comerciales.


Imagine, por ejemplo, que a los restaurantes con zonas húmedas, áreas abiertas o espacios contiguos al espacio público se les exigiera contar con jardines, plántulas o materas con flora nativa que atrajeran a los pájaros de la región. No se trataría solo de embellecer el negocio: los visitantes podrían disfrutar de un café o un almuerzo mientras escuchan el canto de las aves y contemplan su belleza. Una experiencia única que, además de decorar los establecimientos, fomentaría una cultura de avistamiento alrededor de la vida cotidiana.


La interacción entre comercio y naturaleza tiene un potencial enorme: ayuda a garantizar la vida de nuestras aves, embellece las ciudades y convierte el aviturismo en parte del día a día de los ciudadanos. De paso, se incentivarían jardines con flora propia de cada región, reforzando la identidad ecológica de nuestros municipios y fortaleciendo una economía verde que muchas veces pasamos por alto.


Buscamos con frecuencia fórmulas complejas para dinamizar la economía y olvidamos la más sencilla: aprovechar la propia naturaleza. El aviturismo es hoy una de las industrias con mayor proyección a nivel mundial, y Colombia puede ofrecer especies únicas, como el chivito de páramo, que despiertan el interés de viajeros y científicos en todo el planeta.


Es tiempo de legislar —o al menos de regular desde los municipios, como núcleos del ordenamiento territorial— para que la interacción entre lo comercial y lo ambiental deje de ser una opción aislada y se convierta en una política pública. Una obligación mínima de garantizar la presencia de flora nativa en comercios con zonas abiertas sería un paso sencillo, pero de gran impacto.


Colombia, país de aves por excelencia, tiene aquí una oportunidad de oro: convertir la conservación en motor de desarrollo. Y como lo advirtió Albert Einstein: “En la naturaleza está la solución de todo problema”.


Colombia es, sin lugar a dudas, un país privilegiado por la naturaleza. Somos la nación con mayor diversidad de aves en el mundo y, solo en colibríes, contamos con cerca de 168 especies que sobrevuelan desde los valles hasta los páramos. Esta riqueza no solo es un tesoro ambiental: también representa una oportunidad económica y social de enorme valor.

Artículo Anterior Artículo Siguiente