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La voz que incomoda, pero que Colombia necesita






Por Jorge Patiño Vasco – Comunicador social.


El magnicidio del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, perpetrado en Bogotá hace apenas dos meses, es una de las tragedias políticas más dolorosas para Colombia, sin distinción de ideologías ni intenciones de voto. Quienes tenemos más de 35 años sentimos un escalofrío al recordar cómo, hace más de tres décadas, los violentos intentaban borrar del mapa cualquier voz que no los aplaudiera o no estuviera de su lado.


Más allá de quién era Miguel Uribe como ser humano, como sociedad debemos hacer un alto y reflexionar: el respeto por la diferencia no puede ser un eslogan vacío. No se trata solo de “bajarle el tono” al discurso político, sino de aprender que, estemos o no de acuerdo, no tenemos necesidad de callar ni mucho menos de asesinar a quien piensa distinto. La violencia nunca será la solución.


Esta mañana, durante el sorteo de posición electoral para los Consejos Municipales de Juventud, tres jóvenes intentaron ridiculizar a la representante del Centro Democrático únicamente por su filiación política. No la conocían, pero la juzgaron por el nombre del partido. Ese pequeño acto refleja una enfermedad social mucho más grave: una sociedad llena de odio y resentimiento, alimentada por los mercaderes de la política que, con discursos calculados, inoculan divisiones para sacar provecho propio.


A eso se suma que, con las recientes dificultades del Centro Democrático, algunos ya se frotan las manos diciendo que la derecha “se acabó”. Pretenden confundir a ciudadanos que poco leen, ven o escuchan medios, repitiendo mentiras hasta convertirlas en verdad. Pero Colombia no puede convertirse en un ring de boxeo donde gana el que golpea más fuerte. Todas las voces son necesarias, siempre que representen genuinamente a los ciudadanos que día a día luchan por mejores condiciones de vida.


En estos tiempos turbios, quienes no estamos de acuerdo con las mentiras y la ineficacia del actual gobierno debemos respaldar a quienes, con valentía, denuncian el retroceso económico y el regreso de la inseguridad a barrios y veredas de Colombia. Esas voces no pueden ser silenciadas para que unos pocos continúen con sus ambiciosos planes al margen de la ley.


Colombia necesita que la derecha —el verdadero centro democrático— tenga hoy más que nunca una voz sólida, coherente y capaz de interpretar el sentir ciudadano. Pero eso no se logra con oportunistas disfrazados de defensores de la derecha, que aparecen en la contienda electoral solo para servir a intereses personales. Las listas de precandidatos, están llenas de estos “lobos con piel de cordero” que fingen sentir el dolor de la gente en discursos bien montados, pero que jamás han vivido ni entendido la realidad del ciudadano de a pie.


Por eso, ante la lista de precandidatos del Centro Democrático, hay una mujer que destaca sin titubeos: María Fernanda Cabal. Una dirigente que ha crecido dentro de su partido, que ha trabajado y hecho méritos para estar donde está, y que cada día habla con claridad, sin miedo y sin cálculo. Cabal no solo es fuerte en redes sociales por sus respuestas y su capacidad de reacción, sino porque dice lo que muchos colombianos comentamos en la calle. Representa al ciudadano común, no al político encerrado en un club privado, tomando whisky o café con leche, como diría Petro.


En este momento histórico, María Fernanda Cabal es la mujer idónea para mantener en alto las banderas del Centro Democrático y para que la voz de la derecha siga teniendo un liderazgo firme, sin maquillajes ni concesiones. Porque Colombia no necesita discursos tibios, sino líderes que hablen claro y actúen con convicción.

 

Ojalá, en medio del dolor que hoy embarga al país por la muerte de quien iba a ser nuestro próximo presidente, las directivas del partido respalden a María Fernanda Cabal: una mujer cercana, conocida y escuchada en todo el país. Ojalá los colombianos entendamos y protejamos sus posiciones, y elevemos oraciones para que ni a ella ni a su equipo los silencien aquellos a quienes no les interesa el pueblo, sino los discursos mentirosos que, en tres años, no han generado ningún cambio real.

 

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