Dicen que detrás de todo gran hombre siempre hay una gran mujer. Yo diría que muchas veces no están detrás, sino a la par o incluso adelante, abriendo camino donde otros no se atreven. La historia está llena de procesos exitosos impulsados por mujeres que, ya sea en el hogar, en el trabajo o en la vida social, ponen ese toque especial que complementa, equilibra y transforma al hombre.
Las mujeres desempeñan un papel fundamental en la vida masculina porque aportan equilibrio emocional, una visión distinta del mundo y una sensibilidad que permite comprender las situaciones con mayor humanidad. Son soporte, impulso, guía y motivación. Desde madres, parejas, hermanas, amigas o mentoras, dejan huellas profundas que moldean la manera en que un hombre enfrenta la vida, toma decisiones y construye relaciones. Como dice la canción: “No sé quién las inventó, no sé quién nos hizo ese favor…” Lo cierto es que siempre llegan para mejorar.
Con el paso de los años, el papel de la mujer se ha vuelto más visible e imposible de ignorar. Su lucha valiente por eliminar el machismo, romper estereotipos y conquistar espacios históricamente dominados por hombres ha transformado nuestra idea de igualdad y liderazgo. Y ese esfuerzo no ha sido en vano: hoy las vemos triunfar en cualquier área—gobierno, empresa, ciencia, tecnología, deporte, seguridad, innovación—demostrándole al mundo que el éxito no tiene género.
Basta recordar referentes mundiales. Margaret Thatcher, desde la derecha británica, convirtió a un Reino Unido quebrado en una potencia moderna. Angela Merkel, al mando de Alemania, condujo al país durante 16 años con firmeza y prudencia, liderando Europa sin titubeos. Giorgia Meloni, en Italia, ha devuelto estabilidad y orden a una nación de gobiernos frágiles. Estas mujeres demostraron que gobernar con determinación no es una cuestión de fuerza, sino de carácter.
Y es justamente ese tipo de carácter el que Colombia necesita. Porque, seamos sinceros, este país parece ir a la deriva entre narcotráfico, polarización, inseguridad y falta de autoridad. Y, como en casa, cuando el desorden se sale de control, hace falta esa mujer que combina amor con firmeza, disciplina con sentido común, y sensibilidad con mano dura cuando toca.
Por eso soy de los que cree que a Colombia le hace falta una mujer al mando. Una líder que entienda que la autoridad no se negocia, que la justicia no se improvisa y que el país no puede seguir entregado a los criminales. Una mujer que, como tantas en la historia, tome el timón sin temblar y devuelva la esperanza.
Así como Thatcher salvó al Reino Unido y Meloni estabilizó Italia, Cabal representa la opción de una Colombia que quiere orden, autoridad, seguridad y oportunidades reales. Una Colombia donde la mujer no solo rompe brechas políticas: las lidera.
Porque si algo ha demostrado la historia es que cuando una mujer decide gobernar con convicción, no hay fuerza más poderosa para transformar una nación.
