Photo

LA URGENCIA DE UN LIDERAZGO TRANSFORMADOR

 


La política colombiana debe ser más que una herramienta de poder; debe convertirse en un puente hacia una sociedad más equitativa y consciente.



Por: Juan Camilo Betancourt Grajales - Abogado.

En Colombia, el liderazgo político atraviesa una crisis tan profunda como preocupante. No es solo la corrupción rampante o las promesas incumplidas; es la desconexión entre quienes nos gobiernan y quienes, día a día, enfrentamos las realidades de un país desigual. En este contexto, resulta oportuno citar a Mario Mendoza, uno de los escritores colombianos más incisivos, quien en su libro El viaje del loco Tafur, reflexiona:


"Hay heridas en el alma de un país que no se curan con discursos ni con leyes. Se curan con actos valientes, con un cambio real en el espíritu de su gente".


¿Dónde están esos actos valientes? Parece que hemos perdido de vista a líderes auténticos que no solo busquen poder, sino que encarnen la transformación que tantas comunidades anhelan. Cada día, vemos cómo se reciclan apellidos y caras en el escenario político, como si el cambio fuera una palabra prohibida. Pero esta crisis no solo recae en los gobernantes; también está en nuestra falta de exigencia como ciudadanos.


Es imperativo que entendamos que votar no es un acto de conformismo, sino de resistencia. Que cada vez que miramos hacia otro lado ante una injusticia, perpetuamos el sistema que decimos querer cambiar. Mendoza lo plantea con crudeza en Diario del fin del mundo:


"La verdadera revolución no ocurre afuera; comienza en las conciencias. Es ahí donde se libra la batalla más ardua y significativa."


Por eso, la solución no vendrá solo de un salvador político. Necesitamos un movimiento que integre a todos los sectores, que priorice la educación, la justicia y el desarrollo sostenible. No hay excusas. El momento para actuar es ahora.


Si no rompemos el ciclo, seguiremos siendo cómplices de nuestro propio estancamiento. La política colombiana debe ser más que una herramienta de poder; debe convertirse en un puente hacia una sociedad más equitativa y consciente. Así como Mendoza nos invita a replantearnos la esencia de nuestras acciones individuales, debemos exigir un cambio colectivo y profundo alejado de los sectarismos ideológicos, que lo única que ocasionan son fracturamientos del componente de la “cohesión social” que debe existir entre la institucionalidad y el poder soberano del pueblo.


Porque, al final, la verdadera política no se mide en votos ni en escaños, sino en el impacto que tiene sobre las vidas de quienes más lo necesitan. ¿Estamos dispuestos a ser parte del cambio o seguiremos siendo espectadores?.

Artículo Anterior Artículo Siguiente