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Estamos llamados a salir y defender la Constitución Política de 1991

 



 

Por: Sergio López Arias.

Escuchar al presidente de Colombia es comprender el riesgo al que hoy se somete nuestro Estado Social de Derecho. Por primera vez desde la promulgación de la Constitución de 1991, la estabilidad democrática del país y nuestra carta magna se encuentran en grave riesgo de ser desconocidas.


El presidente, como primera autoridad del Ejecutivo, convoca a las calles por encima de la independencia de los poderes públicos. Desconoce la división de poderes, así como la autonomía y la legalidad con las que debe actuar cada rama del poder en el ejercicio de sus funciones constitucionales. Debemos preguntarnos, con total seriedad, si el presidente se preocupa por garantizar el Estado Social de Derecho o por preservar la visión política de su origen ideológico en el M-19.


No recuerdo que, desde 1991, algún presidente hubiera puesto en riesgo la vigencia de la Constitución. Incluso figuras tan influyentes como Álvaro Uribe respetaron la decisión de la Corte Constitucional cuando esta negó la posibilidad de una tercera reelección. ¿Respetará el presidente Gustavo Petro las decisiones de las altas cortes, por ejemplo frente a una eventual declaratoria de ilegalidad de una consulta popular convocada por decreto?


En los próximos días, deberemos prepararnos para conocer la verdadera voluntad de quien hoy nos gobierna. ¿Es su propósito respetar la Constitución Política de Colombia o conducirnos al debilitamiento del Estado Social de Derecho y al inicio de una nueva dictadura?


Este será el momento en el que sabremos si nuestras ramas del poder público, los órganos de control, y en particular nuestras Fuerzas Armadas, respetarán únicamente la voluntad del presidente o, por el contrario, harán valer la supremacía de la Constitución de 1991.


Estamos ante un punto de inflexión. El futuro de la democracia en Colombia se decidirá no solo en los estrados judiciales, sino en la conciencia institucional de quienes juraron defender nuestra carta política.


Hoy, más que nunca, debemos depositar nuestra fe en los magistrados de las altas cortes, en los miembros de las fuerzas militares, y especialmente en la vicepresidenta de la República. En medio de la soledad de su despacho, será ella quien deba exigir a las Fuerzas Armadas que su lealtad esté con la Constitución y no con la voluntad personal del mandatario. Y, llegado el caso, será también su responsabilidad asumir la presidencia para preservar el orden constitucional y democrático por el resto del periodo.


Antes de concluir, quiero dirigirme a los soldados y policías de Colombia: ¿juraron proteger hasta con la vida la Constitución Política de Colombia o la figura del presidente de turno? Si su lealtad es con el presidente y no con la Constitución, estaríamos ante el umbral de una nueva dictadura, disfrazada de show mediático y sostenida en la ambición de poder.


Por último, quisiera preguntarle al presidente de la República: ¿a qué juró lealtad el día de su posesión? ¿Al Estado Social de Derecho o a las bases ideológicas del M-19?.


Hoy cobra sentido y relevancia haber visto ondear las banderas del M-19 en la Plaza de Bolívar aquel día, así como las constantes invocaciones del mandatario a esa causa en sus alocuciones públicas. La historia sabrá juzgar si esto fue simple nostalgia o una ruta cuidadosamente trazada hacia un nuevo modelo de poder.

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