Por Sergio López Arias.
En
Chinchiná estamos a punto de tomar una de las decisiones más importantes para
el futuro del municipio: la aprobación del Plan Básico de Ordenamiento Territorial
(PBOT). Este instrumento de planificación define cómo se organizará y usará
nuestro suelo en los próximos 12 años. Sin embargo, hay señales preocupantes de
que estamos corriendo, cuando deberíamos avanzar con serenidad y escucha.
El
PBOT no es un documento técnico más. Responde a preguntas trascendentales:
¿Hacia dónde crecerá la ciudad? ¿Dónde podrán construirse nuevos barrios?
¿Dónde se podrá expandir la industria? ¿Qué zonas verdes tendremos? ¿Cuántos
pisos se podrán edificar? ¿Qué actividades económicas deben reubicarse por su
incompatibilidad con zonas residenciales?
La
planeación territorial no puede reducirse a un trámite apresurado entre la
administración municipal y el Concejo. Una decisión de este calibre requiere
diálogo amplio con los actores que hacen posible el desarrollo: los
empresarios, comerciantes, urbanizadores y constructores. El Estado
—representado por la Alcaldía y el Concejo— no debe ser el fin de la política
del suelo, sino un medio para concertar con quienes están dispuestos a
invertir, construir y generar oportunidades.
No
se trata de entregar el PBOT al interés privado, sino de entender que los
proyectos de vivienda y urbanización requieren viabilidad jurídica y económica.
El papel del Estado no es tener una visión empresarial, sino facilitar
condiciones para que esas visiones, dentro de la legalidad, se traduzcan en
bienestar colectivo. Cuando se planifica a espaldas del sector productivo, el
riesgo no es menor: podemos terminar con normas rígidas, mal diseñadas o sin
capacidad de atraer inversiones necesarias para el crecimiento ordenado y
sostenible.
El
proceso de concertación ambiental con Corpocaldas es apenas una parte del
camino. La verdadera legitimidad del PBOT se construye con participación y
visión compartida. De nada sirve correr para cumplir plazos si eso nos lleva a
errores costosos y a perder oportunidades reales de inversión y desarrollo.
Que
no nos pase lo del dicho: "Vístanme despacio que voy de afán". Porque
si planificamos sin diálogo, sin análisis y sin escuchar, no estaremos
vistiendo al municipio para el futuro, sino poniéndole una camisa de fuerza.