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COSECHA DE CANDIDATOS


 


Por: José Octavio Cardona León - Representante a la Cámara

 

Faltan ocho meses para que inicie la inscripción oficial de candidatos a la Presidencia de la República, y, de mantenerse la tendencia actual, podríamos enfrentar la lista más extensa de aspirantes en toda la historia democrática de Colombia.

Hasta ahora, se cuentan 76 precandidatos, lo cual ya parece una exageración. Da la impresión de que está de moda anunciarse o simplemente hacerse notar, como el próximo aspirante a suceder a Gustavo Petro.

Es cierto que los requisitos para llegar a la Presidencia no son particularmente exigentes. Según el artículo 191 de la Constitución Política, basta con ser colombiano por nacimiento, gozar de todos los derechos civiles y políticos, y tener más de 30 años. Como puede verse, no se exige formación académica alguna para ocupar el cargo más importante del país.

Paradójicamente, para cargos de menor responsabilidad dentro del Estado colombiano se exige, como mínimo, tener primaria completa. Para otros cargos se requiere acreditar el bachillerato, y en niveles más altos, se demanda ser técnico, tecnólogo o profesional, e incluso contar con especialización, maestría o doctorado. Sin embargo, para ser Presidente de la República no se exige demostrar ningún nivel educativo ni experiencia mínima, algo similar a lo que ocurre con el acceso al Congreso, donde basta con tener 25 o 30 años, dependiendo del cargo.

Por eso resulta tan fácil lanzar un nombre y aparecer en medios de comunicación, redes sociales y foros políticos. Esto ha convertido la contienda presidencial en una especie de vitrina momentánea para figuras que disfrutan de breves picos de popularidad. El resultado: un agotamiento del electorado y un desgaste del debate público, con foros interminables, respuestas inconexas y propuestas diluidas entre tanto ruido, donde termina siendo difícil identificar quién realmente está preparado para regir el país.

La elección presidencial no debe convertirse en un reinado de simpatías. Es, o debería ser, un ejercicio de sabiduría, visión de Estado y propuestas viables, que a veces pueden ser incómodas para la ciudadanía, pero necesarias para el desarrollo y la estabilidad del país.

Estamos en mora de realizar una reforma constitucional que establezca condiciones más rigurosas para aspirar al primer cargo de la nación. No se trata de elitismo, sino de responsabilidad: se requiere experiencia, formación, liderazgo y una hoja de vida que genere confianza sobre el camino que se pretende seguir. Porque si incluso los más preparados pueden cometer errores, ¿qué podemos esperar de quienes no tienen las mínimas competencias para gobernar?

Hoy contamos con 76 precandidatos, y todo indica que la lista seguirá creciendo. Esto no necesariamente refleja una abundancia de liderazgo; también puede evidenciar una sobredosis de aspiraciones, muchas de ellas marcadas por la improvisación o la irresponsabilidad. Hay quienes se postulan para pilotear un avión, cuando ni siquiera han aprendido a montar en bicicleta.

Lo único absolutamente claro es que la tierrita es fértil. Y si algo ha demostrado esta coyuntura, es que estamos ante una verdadera cosecha de candidatos… aunque no todos estén listos para la recolección.

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