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Una justicia que proteja a las víctimas, no a los victimarios

 





 

Por: Octavio Cardona León - Representante a la Cámara.


En Colombia, hemos llegado a un punto crítico en el debate sobre la responsabilidad penal de los menores de edad. Hoy, las normas que regulan estas sanciones resultan desproporcionadas frente a la magnitud de los crímenes cometidos. No es posible que un joven de más de 14 o 15 años, con plena conciencia de sus actos, reciba un tratamiento casi simbólico después de acabar con la vida de otra persona.

 

La realidad es dolorosa, detrás de cada víctima hay una familia rota, hijos huérfanos, padres que entierran a sus hijos, hogares que jamás vuelven a ser los mismos. Sin embargo, el victimario menor de edad paga lo mínimo en centros de reclusión especializados, donde reciben tratamiento en condición de infractores, lo que en nada se parece a un verdadero castigo. Esta desigualdad en la justicia no solo genera indignación social, sino que también alimenta un círculo perverso, las estructuras criminales siguen instrumentalizando a los menores porque saben que la ley los protege más a ellos que a las víctimas.

 

El caso más reciente es un ejemplo claro, el joven de 15 años que asesinó al senador Miguel Uribe recibió una condena de apenas siete años en un centro especializado para infractores ¿Podemos decir que esa es una respuesta proporcional frente a un crimen que truncó la vida de una persona y generó una herida en la democracia misma?

 

Por esta razón, junto a otros representantes a la Cámara hemos decidido radicar un proyecto de ley que busca aumentar las penas para los menores de edad que cometen delitos graves. No se trata de desconocer que son adolescentes en formación,  tampoco se trata de renunciar a los principios de resocialización, sino de reconocer que quien comete un delito con la misma sevicia que un adulto, debe asumir consecuencias proporcionales, pues no pueden comportarse como grandes para cometer la falta y ser tratados como niños para recibir el castigo.

 

El objetivo no es llenar las cárceles de jóvenes, sino frenar la estrategia criminal que los utiliza como fichas fáciles. Endurecer las penas significa enviar un mensaje claro, en este país no se puede seguir matando, robando o destruyendo vidas escudándose en la edad.

 

La justicia debe equilibrar sus escalas. Hoy, está inclinada en favor de quienes delinquen y en contra de quienes sufren las consecuencias. Si no restauramos ese balance, seguiremos permitiendo que los delincuentes se aprovechen de la fragilidad legal, mientras las familias colombianas cargan con el dolor eterno de una pérdida irreparable.

 

El Congreso tiene una responsabilidad histórica, legislar para que la justicia vuelva a estar del lado correcto. No hacerlo sería seguir alcahueteando la barbarie.

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