Por: Johanny Delgado
Por estos días se ha vuelto común leer, ver y escuchar
noticias sobre militares y policías secuestrados, asesinados o emboscados. Y
no, no podemos permitir que eso se vuelva paisaje. No podemos aceptar que la
tragedia se normalice o que el dolor de sus familias pase inadvertido.
Sí, es cierto que como en toda institución hay ovejas negras
que empañan la imagen de la fuerza pública, pero también es cierto —y hay que
recordarlo— que los buenos somos más. Y si nos incluimos en ese grupo de
los buenos, debemos actuar en consecuencia: aportar, cuidar y proteger a esos
héroes investidos de autoridad que cumplen con su deber constitucional, incluso
en medio de las amenazas y las balas.
Denunciar la presencia de un extraño cerca de casa, alertar
sobre un vehículo sospechoso, intervenir con una llamada oportuna cuando
escuchamos una discusión de pareja en el vecindario… son pequeños actos
ciudadanos que pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte. No se
necesita uniforme ni rango, solo voluntad.
Recordemos que, como lo dice el artículo 218 de nuestra
Constitución, la fuerza pública es un cuerpo armado de naturaleza civil. Es
decir, esos hombres y mujeres que patrullan las calles bajo el sol o la lluvia,
también son ciudadanos: de carne y hueso, con errores y virtudes, como usted,
como yo… incluso como aquellos que hoy empuñan las armas contra ellos.
¿Por qué no ayudar a quien ayudó? A ese agente que evitó un
fleteo con su presencia oportuna, que auxilió a la abuela para cruzar la calle,
que recuperó tus pertenencias robadas, que fue el primero en llegar cuando
estuviste a punto de morir en un accidente, o que simplemente saludó con un
“buenos días” y evitó, sin saberlo, una tragedia.
Es fácil criticar. Lo difícil es actuar. Y actuar cambia la
historia.
La policía y los militares tienen una característica
especial: su uniforme parece ser multifacético. Son policías, sí, pero también
son bomberos, enfermeros, abogados, animalistas, brigadistas, psicólogos,
eléctricos, mecánicos... y la lista sigue. Siempre dispuestos, siempre ahí,
donde los necesitamos.
No hace falta una marcha, una vela, ni un discurso. Basta
con estar atentos, con no ser indiferentes. Un aviso a tiempo puede salvar una
vida. En los últimos dos meses, más de 30 uniformados han muerto en actos
violentos. ¿Retrocedemos en el tiempo?
Por eso, también este llamado va para ustedes, hombres y
mujeres del orden: protéjanse, cuídense, sean solidarios entre ustedes.
"Tú me cuidas, yo te cuido", debería ser más que una consigna.
A ustedes, valientes que no retroceden ante la adversidad,
que se mantienen firmes ante el peligro, va esta bendición y este aplauso
sincero. Que nunca les falte el respaldo de una ciudadanía que, en silencio o
con voz fuerte, les dice: gracias.