Como muchos colombianos lo esperábamos, el 14
de mayo se llevó a cabo la votación en el Senado de la República sobre la
consulta popular, y todos conocimos la decisión tomada al respecto. Ante este
panorama, es necesario plantearse y responder tres interrogantes.
En primer lugar, ¿fue una decisión
jurídicamente válida? La respuesta es claramente afirmativa, pues tanto la Ley
134 de 1990 como la Ley 1757 de 2013 lo permiten. En segundo lugar, ¿fue una
decisión democráticamente válida? Nuevamente, la respuesta es sí. Aunque la
diferencia de votos fue estrecha, en términos básicos, la democracia se
fundamenta en el gobierno de las mayorías. En esta ocasión, ganó una
"mayoría" de 49 votos negativos frente a una "minoría" de
47 votos positivos.
Pero, ¿fue esta decisión legítimamente válida?
Aquí la respuesta es negativa, ya que, como lo anunció el presidente del
Senado, él sería el encargado de garantizar que esta votación tuviese el
resultado obtenido. Utilizó sus "jugadas democráticas" y facultades
legales, junto con otros senadores, para torpedear y tergiversar la discusión
en torno a la consulta popular. Por lo que se programó para el mismo 14 de mayo
otro asunto clave relacionado con los derechos laborales: la apelación para revivir
la reforma laboral, que había sido archivada por la Comisión Séptima del
Senado. Puesto que, si esta reforma se revivía, en teoría no tendría sentido
convocar a los colombianos para preguntarles (aunque suene absurdo) si querían
recuperar parte de los derechos laborales que les fueron arrebatados en 2002
mediante la Ley 789.
Entonces, ¿Quién ha sido el verdadero ganador
y el verdadero perdedor de esta jugada democrática en el Senado? Los 49
senadores que votaron negativamente a la consulta popular creen que ellos, ya
que consideran que impidieron la campaña anticipada de la izquierda, el
gobierno actual y sus funcionarios, creen que ellos, pues se ha revivido la
discusión sobre la reforma laboral y tienen la posibilidad de presentar
nuevamente su consulta. Sin embargo, en las altas esferas del poder, cada quien
se siente vencedor. Pero, al final, el verdadero y único perdedor ha sido la
clase trabajadora, el pueblo colombiano. Mientras en las altas esferas del
poder unos y otros celebran y difunden sus versiones, el pueblo sigue a la
espera de que algunos senadores, con todas sus garantías, derechos y salarios
altísimos, decidan si es justo y necesario reivindicar la totalidad de los
derechos y garantías laborales de millones de colombianos.