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No era cárcel: era politiquería.

 




La reciente decisión del Tribunal Administrativo de Caldas, que negó todas las pretensiones del juez que pretendía enviar a la cárcel al alcalde de Chinchiná, Carlos Alberto Riveros, y a su jefe de Planeación, Mauricio Grajales, debería ser una oportunidad para reflexionar, más allá de pasiones políticas o rivalidades locales.


El fallo es claro: el proceso judicial estuvo lleno de errores graves que vulneraron el debido proceso. No se notificó correctamente a las partes, no se acreditó la titularidad del predio involucrado y no se garantizó el derecho a la defensa. Y sin embargo, el eco en redes sociales fue inmediato y despiadado. Pareciera que muchos chinchinenses ya tenían lista la sentencia antes de que la justicia hablara.


Entonces, ¿qué es lo que realmente molesta? ¿Por qué tanto afán de desprestigiar y destruir, incluso cuando la verdad comienza a salir a flote?


Nos estamos acostumbrando a escribir con rabia, a compartir con odio, a consumir noticias falsas sin verificar. Las redes sociales se han vuelto una herramienta poderosa, sí, pero también peligrosa, cuando se usan para manipular la verdad, destruir reputaciones y alimentar resentimientos personales o políticos.


Llama la atención cómo políticos, muy poderosos, aún huérfanos de poder tras las elecciones, no han superado la derrota y persisten en una narrativa de caos, utilizando los amigos para destruir al municipio, como si todo estuviera mal. Pero el daño no es al alcalde: el daño es al municipio. Porque mientras más se repite que Chinchiná es un desastre, más lo creen quienes están fuera, y más difícil es construir confianza y progreso.


También hay errores que no se pueden negar. El alcalde y su equipo, en lugar de dar explicaciones claras y oportunas a su comunidad, optaron por el silencio y 48 horas después respondieron a través de medios regionales. Esa desconexión comunicativa permitió que la desinformación creciera y que muchos dudaran de una gestión que, con errores y aciertos, busca sacar adelante al municipio.


Este episodio debe ser un punto de partida. No solo para el alcalde, sino también para nosotros como ciudadanos. Debemos dejar de construir desde el odio y volver a construir desde la razón, el argumento y el respeto.


Este país ya tiene suficientes problemas como para que Chinchiná siga perdiendo su amor propio en medio de la polarización y la mentira.

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