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SÍ, NOS ESTÁN MATANDO

 


 



Por: José Octavio Cardona León – Representante a la Cámara.  


Y digo “nos” porque no solo están acabando con la vida de policías y soldados. También están asesinando la esperanza de paz de un país que, por décadas, ha soñado con la reconciliación. Una paz prometida por gobiernos de todos los colores y que, con el llamado “gobierno del cambio”, volvió a parecer posible.


Pero la realidad es otra. Desde el 15 de abril, al menos 19 policías y 8 soldados han sido asesinados por grupos delincuenciales. Estos actores armados, además de implementar estrategias violentas como el tristemente célebre “Plan Pistola”, están ejecutando homicidios selectivos contra quienes integran la fuerza pública.


Lo más preocupante es que, por parte del Gobierno Nacional, no se percibe una estrategia de seguridad clara ni una respuesta contundente frente a esta ofensiva. Estos ataques, realizados de forma traicionera y cobarde, buscan debilitar la moral de nuestros uniformados y exponer la fragilidad del Estado ante la criminalidad organizada.


Hasta ahora, la única respuesta oficial ha sido autorizar que los miembros de la Fuerza Pública porten su arma de dotación incluso en sus horas de descanso. Es decir, “sálvese quien pueda”. No es justo que, un mes después de iniciada esta escalada violenta, apenas estemos escuchando cuál será el plan de seguridad del Gobierno frente a los ataques del Clan del Golfo. En el caso del ELN, la respuesta ha sido simplemente que los “siguen esperando” en la mesa de negociaciones.


Esta reacción, más que débil, es tardía e insuficiente. Da la impresión de que el Ejecutivo está provocando la reacción de los grupos armados ilegales para obligarlos, mediante presión, a sentarse a negociar la paz. A los criminales, el Gobierno les ofrece varias alternativas. A nuestros héroes de la patria, solo una: sobrevivir si pueden.


A este ritmo, no sería sorprendente que la cifra de uniformados asesinados supere ampliamente las proyecciones. Ya ocurrió en los años más crudos del Cartel de Medellín, cuando Pablo Escobar convirtió a los policías en objetivos militares. En ese entonces, dejaron de ser vistos como protectores para convertirse en blancos sistemáticos. Hoy, la historia parece repetirse.


Y sí, todo esto tiene un propósito claro por parte de la delincuencia organizada: sacar a las Fuerzas Armadas de zonas estratégicas para el narcotráfico como Antioquia, Cauca, Córdoba, Norte de Santander y el sur de Bolívar. La mayoría de los planes pistola se activan tras la captura o muerte de algún cabecilla importante de estos grupos ilegales. Sin embargo, es en esos momentos críticos cuando el Estado colombiano muestra su mayor debilidad institucional. Como dice el dicho: “Matan el tigre y se asustan con el cuero”.


¿Dónde está el liderazgo gubernamental? ¿Dónde está el plan nacional de seguridad para proteger a quienes protegen al país? ¿Dónde está la autoridad que prometió actuar con firmeza y justicia?


Nos están matando. Y no solo están asesinando a los héroes de la patria. También nos están matando la fe, la esperanza y la confianza en un Estado que hoy se muestra confundido, paralizado y desorientado.



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