Por: José Félix Lafaurie Rivera –Presidente FEDEGÁN.
Hace dos siglos, el pueblo amotinado en la
Plaza Mayor de un caserío grande llamado Santafé, se desgañitaba gritando
¡Cabildo Abierto!, azuzado por un autoproclamado tribuno del pueblo que lo
amenazaba con grillos y cadenas si perdía ese “momento de efervescencia y
calor”. La verdad, lo perdió, pues la independencia se quedó en “Grito”, la
primera patria fue “boba” y la reconquista un río de sangre, hasta la gesta
libertadora de 1819.
Hoy el azuzador es el presidente de la
República, el objetivo no es la independencia, sino desconocer a los legítimos
representantes del pueblo y, con ello, a uno de los tres pilares de la
democracia: el poder legislativo; y la amenaza en este caso no son las cadenas,
sino la huelga general que el ministro del Interior confunde con
“manifestación”; en fin, otro “estallido social”. Hoy no es el pueblo el que
grita ¡Cabildo abierto! ..., es el Gobierno.
Lo que pretende el presidente, según pude
entender en medio de las acusaciones, insultos y amenazas de su “alocución”
tras el hundimiento de la consulta popular, es, primero, convocar otra vez al
pueblo a la protesta callejera que empieza pacífica y termina violenta,
garantizando de antemano que la Fuerza Pública no pueda ni tocar a los vándalos
por orden de su comandante. En el mejor de los casos, este país todavía
considera “pacífico” el bloqueo de vías, vulnerando los derechos al trabajo, la
educación y la movilización.
Con la presión en las calles, la segunda
pretensión es lograr que todos los municipios se declaren en Cabildo Abierto
-él prometió asistir al de Barranquilla- y se pronuncien sobre la consulta
popular y sobre cualquier propuesta “que el mismo movimiento popular debe
lanzar” y que él, simplemente…, obedecerá.
Esa respuesta popular será tranquila, alegre y
sin violencia, algo que difícilmente puede garantizar, porque lleva tres años
sembrando odio entre los colombianos, en un ambiente sostenido de hostilidad
presidencial que también hace imposible el Acuerdo Nacional que tanto pregona
y, a la vez, tanto destruye.
Ahora bien, se equivoca el presidente en
varias cosas. Se equivoca al pensar que “el pueblo” son solo las mingas,
cabildos, sindicatos y todas las “organizaciones sociales” que son auditorio de
sus discursos de odio y el objeto de su generosidad presupuestal. Olvida que
hay más, mucho más pueblo, y que él es el presidente de todos los colombianos,
simpatizantes y contradictores.
Se equivoca al creer que un tumulto cualquier
día y en cualquier esquina se puede declarar en Cabildo Abierto. Hasta el de
1810 tuvo un trámite de aprobación por parte del virrey Amar y Borbón. Por el
contrario, el Cabildo Abierto, como uno de los mecanismos de participación
ciudadana, y el único en corporaciones públicas, está reglamentado en la Ley
1757 de 2015.
Se le olvida al presidente que la norma, entre
otras cosas, establece que el Cabido Abierto debe ser solicitado previamente a
la corporación respectiva (Asamblea, Concejo, JAL) por el 5 x mil del censo
electoral y que los intervinientes deben inscribirse previamente.
Y lo más importante, al presidente y a su
ministro del Interior se les olvida que en los cabildos abiertos se consideran
asuntos que los residentes soliciten, “siempre y cuando sean de competencia de
la respectiva corporación”.
Es clarísimo que una Reforma Laboral que
afecta a todos los colombianos no es competencia de una Asamblea, un Concejo o
una JAL. Por lo tanto, la convocatoria presidencial a Cabildos Abiertos en todo
el país “no tiene pies ni cabeza”.
Las leyes son para cumplirlas, pero… hay que
leerlas primero, a menos que se pretenda encender la mecha de una confrontación
violenta.