Por:
José D. Pacheco Martínez
Colombia debe comprender que no está
experimentando simplemente un deterioro de la calidad democrática, sino un
experimento avanzado de manipulación cognitiva que utiliza técnicas de agenda
setting. Esta estrategia es más peligrosa que la represión tradicional porque
opera sobre la percepción ciudadana de la realidad, transformando la subversión
constitucional en mandato democrático.
La teoría de la agenda setting nos enseña que el poder
real no radica únicamente en controlar las instituciones, sino en determinar
qué temas ocupan la atención pública y cómo deben ser interpretados por los
ciudadanos. Gustavo Petro ha llevado esta premisa a su máxima expresión,
construyendo una maquinaria comunicacional que no solo establece la agenda
mediática nacional, sino que redefine los marcos conceptuales desde los cuales
los colombianos comprenden el poder presidencial.
Su estrategia trasciende la propaganda tradicional para
adentrarse en el territorio de la ingeniería cognitiva: no busca simplemente
convencer a la opinión pública de sus políticas, sino transformar la manera en
que entiende el rol mismo del presidente en el sistema democrático.
El primer nivel de esta manipulación opera sobre la
selección temática de la agenda pública. Cada vez que surgen cuestionamientos
sobre los límites constitucionales del poder presidencial, Petro redirige
inmediatamente la atención mediática hacia narrativas de confrontación épica
entre el "pueblo" y las "élites". Esta no es una respuesta
reactiva; es una estrategia deliberada que utiliza la capacidad presidencial de
generar noticias para determinar qué temas ocupan el espacio mediático.
Es así como, cuando los medios deberían estar analizando
si el presidente está excediendo sus facultades constitucionales, se encuentran
discutiendo las últimas declaraciones incendiarias contra el
"establecimiento". Esta capacidad de establecer la agenda temática se
sustenta en una comprensión sofisticada de los ciclos informativos
contemporáneos. Petro ha aprendido que en la era de las redes sociales y la
información instantánea, quien controla el timing de las declaraciones controla
la agenda.
Sus pronunciamientos polémicos no son explosiones
emocionales espontáneas; son intervenciones calculadas que desplazan otros
temas del debate público precisamente cuando esos temas podrían resultar
perjudiciales para su proyecto político.
El segundo nivel de manipulación es aún más sofisticado:
el control de los marcos interpretativos o frames desde los cuales la
ciudadanía debe entender los eventos políticos. Petro no solo determina qué se
discute, sino cómo debe ser discutido. Ha logrado establecer una dicotomía
interpretativa donde cualquier crítica a su ejercicio del poder se enmarca
automáticamente como resistencia al cambio social, traición a los intereses
populares, o sabotaje a la justicia histórica.
Esta operación de framing es particularmente perversa
porque inmuniza al presidente contra la evaluación racional de su gestión. La
construcción de estos marcos interpretativos opera a través de la repetición
sistemática de narrativas que redefinen el lenguaje político. Términos como
"oposición", "institucionalidad" y "democracia"
han sido resignificados en el discurso petrista para que signifiquen
exactamente lo contrario de su definición constitucional tradicional.
La "oposición" ya no representa la diversidad
democrática, sino la resistencia antidemocrática al mandato popular. La
"institucionalidad" no protege el Estado de derecho, sino que
obstaculiza la voluntad transformadora del pueblo. La "democracia" no
requiere controles y equilibrios, sino la eliminación de cualquier limitación
al poder presidencial.
Desde esta perspectiva, el tercer nivel de esta estrategia
comunicacional es el más peligroso: la construcción de una realidad mediática
paralela donde las limitaciones constitucionales al poder presidencial se
presentan como anomalías antidemocráticas que deben ser superadas. Hábil
orador, ha logrado posicionar en la agenda pública la idea de que un presidente
verdaderamente democrático no puede ser limitado por instituciones que no
fueron elegidas directamente por el pueblo. La narrativa imperante, convierte
el diseño constitucional de 1991 en un obstáculo técnico que impide la
realización de la democracia auténtica.
Esta manipulación cognitiva ha tenido efectos devastadores
sobre el debate público colombiano. Temas fundamentales como la separación de
poderes, el control constitucional, y los límites del poder ejecutivo han
desaparecido prácticamente del espacio mediático, reemplazados por discusiones
sobre la legitimidad moral del presidente para trascender esas limitaciones. El
resultado es una opinión pública que debate no si el presidente debe respetar
los límites constitucionales, sino si esos límites son moralmente defendibles
cuando impiden la realización de la justicia social.
La sofisticación de esta estrategia se evidencia en su
capacidad para generar cobertura mediática que favorece la expansión
presidencial incluso cuando los medios adoptan posturas críticas. Al obligar a
los medios a responder constantemente a sus provocaciones y redefiniciones
conceptuales, Petro logra que el debate público se desarrolle en los términos
que él mismo ha establecido: los críticos se ven forzados a argumentar dentro
de marcos interpretativos que ya han sido manipulados en favor de la narrativa
presidencial.
El contexto electoral de 2026 revela la verdadera
dimensión estratégica de esta manipulación de la agenda. Un presidente que ha
logrado redefinir mediáticamente el concepto mismo de poder presidencial ha
creado las condiciones perfectas para justificar cualquier medida que considere
necesaria para mantener el poder. Si la limitación del poder presidencial se ha
convertido mediáticamente en sinónimo de traición a la democracia, entonces
cualquier acción que garantice la continuidad presidencial puede presentarse
como defensa de la voluntad popular.
La comunidad internacional debe comprender que Colombia no
está experimentando simplemente un deterioro de la calidad democrática, sino un
experimento avanzado de manipulación cognitiva que utiliza técnicas de agenda
setting para redefinir los fundamentos conceptuales de la democracia misma.
Esta estrategia es más peligrosa que la represión tradicional porque opera
sobre la percepción ciudadana de la realidad, transformando la subversión
constitucional en mandato democrático.
Así las cosas, Colombia se enfrenta no solo a un
presidente que excede sus facultades constitucionales, sino a una
transformación de la manera en que la sociedad entiende qué significa ser
presidente en una democracia. La batalla por la democracia colombiana se está
librando no solo en las instituciones, sino en la mente de los ciudadanos, y
hasta ahora, Petro parece estar ganando.